¿No le molesta que rece en su casa
por la destrucción del estado de Israel?
Para nada, Ds. es judío.
Miraba los ademanes en el vacío
tratando de atraer la luz sobre sí,
los dedos retorcidos por la artritis deformante,
la gorra tejida calzada hasta las orejas.
Sometía el cuerpo a una esforzada disciplina islámica
que no estaba en su naturaleza.
Soy un derviche –me explicaba mi amigo-,
es que solo ahora me he dado cuenta.
Los ojos perdidos en el vacío buscaban con inquietud
una nueva bocanada de aire.
¿De dónde proviene la sofocación?
¿Qué la alimenta?
El cuerpo desea relajarse
pero algo se renueva,
encadenado a un movimiento perpetuo.
Mi amigo sueña con paraísos a la mano,
paraísos por doquier,
sin ellos la vida no vale nada,
el amor por los suyos, una bagatela,
la amistad, una obligación.
Sin embargo se siente solo,
parece incapaz de dibujar en el aire
el peso las cadenas que arrastra.
Enrique Meler
Buenos Aires 21 de marzo de 2014